03-07-08, 13:23
POLÍTICA
A Rajoy se le vio ayer el plumero reaccionario
Defendió que no hay una política económica de derechas ni de izquierdas, sino buena o mala, y ZP, en forma, fue a por todas
Después del fútbol, volvió la política. Regresó por la puerta grande para debatir sobre la crisis o –según el presidente del Gobierno- sobre “la situación de serias dificultades” por la que atraviesa la economía española.
<!-- Zapatero pudo comprobar in situ que -en cuanto a aliados y teniendo en cuenta que con el Grupo Socialista no llega a la mayoría absoluta- él puede encontrarse en cualquier momento de apuro, como Gary Cooper, “solo ante el peligro”.
El pulsómetro
Horas antes del pleno, el pulsómetro de la SER había provocado además algún que otro susto, tanto en la madrileña calle Ferraz como en el palacio de La Moncloa. La encuesta en cuestión señalaba dos datos inquietantes para el PSOE. 1.-Si se celebraran ahora elecciones, habría empate técnico entre los dos grandes partidos. 2.- Rajoy aventaja a Zapatero en popularidad, dato en verdad sorprendente.
Sin miedo ni remilgos
De modo que Zapatero debió de pensar que tenía que coger -sin miedo y sin remilgos- el toro por los cuernos y que debía aprovechar la oportunidad para, por una parte, enviar un mensaje de tranquilidad a sus votantes y, por la otra, un aviso serio a Rajoy.
Los sectores más vulnerables
Recuperó, pues, el discurso progresista, de izquierdas o socialdemócrata, e hizo hincapié una y otra vez en que la obligación prioritaria de su Gobierno es la de proteger a los sectores más vulnerables o débiles de la sociedad. Subrayó Zapatero que hay una política económica ultraliberal o de derechas y otra socialdemócrata o de izquierdas.
El reaccionario
Rajoy cayó en la trampa. Le salió de pronto el reaccionario que –a pesar de su reciente y súbita conversión al centrismo- lleva todavía dentro. Lo lleva desde hace muchos años, desde que era joven, y desde que, siendo presidente por Alianza Popular de la Diputación de Pontevedra, en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, escribió de su puño y letras un artículo que retrataba con nitidez su forma más profunda de pensar.
“Ideas rancias”
Acusó ayer al jefe del Ejecutivo de tener “ideas rancias” porque –afirmó con rotundidad- no hay una política económica ni de derechas ni de izquierdas. La economía no se mide –vino a decir- por tales raseros, sino por si funciona bien o si funciona mal, que es lo que importa.
Desde edad temprana
Y es que Rajoy siente desde edad temprana un poderoso repudio hacia las ideologías. Lo dejó impreso en el diario El Faro de Vigo, en una de sus escasos escarceos digamos literarios o periodísticos. Elogiaba en ese comentario a Gonzalo Fernández de la Mora, que había sido ministro de Obras Públicas con el general Franco y fue autor de un libro significativo, El crepúsculo de las ideologías, publicado por la editorial Rialp -muy vinculada a los llamados tecnócratas del Opus- en 1965.
Racionalidad y eficacia
Fernández de la Mora detestaba las ideologías y profetizaba un mundo en el que prevaleciera la racionalidad y la eficacia. Admiraba a la política tecnocrática y, en definitiva, era más de derechas que Don Pelayo o el caballo del Cid Campeador. Participó activamente en la fundación de AP, se escindió del partido de Fraga Iribarne debido a que él reprobaba la España de las autonomías –fue, en cierto modo, pues, un adelantado del “España se rompe”- y se convirtió en una especie de icono para Rajoy.
En forma
Zapatero demostró que está en forma y que parece dispuesto a ir a por todas. Se creció y emergió el mejor ZP, el vencedor de tantos y tantos debates. Le detalló a su rival con insistencia que sí había dos maneras de entender la política económica, la conservadora/liberal y la socialdemócrata. Y le puso unos cuantos ejemplos sólidos y bien construidos.
Con notoria dureza
No le consintió, con notoria dureza, que le hubiera tildado de mentiroso en relación a la previsión de datos en lo que concierne a la economía. Le recordó cómo se equivocaron en sus vaticinios los organismos internacionales más prestigiosos e influyentes: desde el FMI al Banco Mundial o la OCDE. Y le repasó los años de Gobierno Aznar, cuando también ocurría lo mismo.
Por sus fueros
Volvió Zapatero por sus fueros y se puso públicamente las pilas. Condujo el debate a una confrontación precisamente ideológica: la de derechas e izquierdas. Transmitió con tenacidad que el acento de su Gobierno es -o procura ser- fundamentalmente social. Le auxilió un batallador y muy suelto José Antonio Alonso, en el papel de portavoz del Grupo Socialista.
Hasta el último minuto
Tras el fútbol y el letargo de los problemas internos del PP, asistimos ayer al retorno de la política. Pronto, sin embargo, se irá de vacaciones, pero se vislumbra -para ´cuando llegue septiembre`- que esta legislatura puede ser muy movida. Y que, desde luego, Zapatero peleará hasta el último minuto de la prórroga antes de dar el match por perdido. Digan lo que digan los sondeos, cuando faltan casi cuatro años. Y es que por mucho que Rajoy vaya de moderado, de cuando en cuando se le verá –como se le vio ayer- el plumero.
Enric Sopena es director de El Plural
--> Zapatero pudo comprobar in situ que -en cuanto a aliados y teniendo en cuenta que con el Grupo Socialista no llega a la mayoría absoluta- él puede encontrarse en cualquier momento de apuro, como Gary Cooper, “solo ante el peligro”.
El pulsómetro
Horas antes del pleno, el pulsómetro de la SER había provocado además algún que otro susto, tanto en la madrileña calle Ferraz como en el palacio de La Moncloa. La encuesta en cuestión señalaba dos datos inquietantes para el PSOE. 1.-Si se celebraran ahora elecciones, habría empate técnico entre los dos grandes partidos. 2.- Rajoy aventaja a Zapatero en popularidad, dato en verdad sorprendente.
Sin miedo ni remilgos
De modo que Zapatero debió de pensar que tenía que coger -sin miedo y sin remilgos- el toro por los cuernos y que debía aprovechar la oportunidad para, por una parte, enviar un mensaje de tranquilidad a sus votantes y, por la otra, un aviso serio a Rajoy.
Los sectores más vulnerables
Recuperó, pues, el discurso progresista, de izquierdas o socialdemócrata, e hizo hincapié una y otra vez en que la obligación prioritaria de su Gobierno es la de proteger a los sectores más vulnerables o débiles de la sociedad. Subrayó Zapatero que hay una política económica ultraliberal o de derechas y otra socialdemócrata o de izquierdas.
El reaccionario
Rajoy cayó en la trampa. Le salió de pronto el reaccionario que –a pesar de su reciente y súbita conversión al centrismo- lleva todavía dentro. Lo lleva desde hace muchos años, desde que era joven, y desde que, siendo presidente por Alianza Popular de la Diputación de Pontevedra, en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, escribió de su puño y letras un artículo que retrataba con nitidez su forma más profunda de pensar.
“Ideas rancias”
Acusó ayer al jefe del Ejecutivo de tener “ideas rancias” porque –afirmó con rotundidad- no hay una política económica ni de derechas ni de izquierdas. La economía no se mide –vino a decir- por tales raseros, sino por si funciona bien o si funciona mal, que es lo que importa.
Desde edad temprana
Y es que Rajoy siente desde edad temprana un poderoso repudio hacia las ideologías. Lo dejó impreso en el diario El Faro de Vigo, en una de sus escasos escarceos digamos literarios o periodísticos. Elogiaba en ese comentario a Gonzalo Fernández de la Mora, que había sido ministro de Obras Públicas con el general Franco y fue autor de un libro significativo, El crepúsculo de las ideologías, publicado por la editorial Rialp -muy vinculada a los llamados tecnócratas del Opus- en 1965.
Racionalidad y eficacia
Fernández de la Mora detestaba las ideologías y profetizaba un mundo en el que prevaleciera la racionalidad y la eficacia. Admiraba a la política tecnocrática y, en definitiva, era más de derechas que Don Pelayo o el caballo del Cid Campeador. Participó activamente en la fundación de AP, se escindió del partido de Fraga Iribarne debido a que él reprobaba la España de las autonomías –fue, en cierto modo, pues, un adelantado del “España se rompe”- y se convirtió en una especie de icono para Rajoy.
En forma
Zapatero demostró que está en forma y que parece dispuesto a ir a por todas. Se creció y emergió el mejor ZP, el vencedor de tantos y tantos debates. Le detalló a su rival con insistencia que sí había dos maneras de entender la política económica, la conservadora/liberal y la socialdemócrata. Y le puso unos cuantos ejemplos sólidos y bien construidos.
Con notoria dureza
No le consintió, con notoria dureza, que le hubiera tildado de mentiroso en relación a la previsión de datos en lo que concierne a la economía. Le recordó cómo se equivocaron en sus vaticinios los organismos internacionales más prestigiosos e influyentes: desde el FMI al Banco Mundial o la OCDE. Y le repasó los años de Gobierno Aznar, cuando también ocurría lo mismo.
Por sus fueros
Volvió Zapatero por sus fueros y se puso públicamente las pilas. Condujo el debate a una confrontación precisamente ideológica: la de derechas e izquierdas. Transmitió con tenacidad que el acento de su Gobierno es -o procura ser- fundamentalmente social. Le auxilió un batallador y muy suelto José Antonio Alonso, en el papel de portavoz del Grupo Socialista.
Hasta el último minuto
Tras el fútbol y el letargo de los problemas internos del PP, asistimos ayer al retorno de la política. Pronto, sin embargo, se irá de vacaciones, pero se vislumbra -para ´cuando llegue septiembre`- que esta legislatura puede ser muy movida. Y que, desde luego, Zapatero peleará hasta el último minuto de la prórroga antes de dar el match por perdido. Digan lo que digan los sondeos, cuando faltan casi cuatro años. Y es que por mucho que Rajoy vaya de moderado, de cuando en cuando se le verá –como se le vio ayer- el plumero.
Enric Sopena es director de El Plural
![[Imagen: 0000008983.jpg]](http://www.elplural.com/media/0000008500/0000008983.jpg)
Defendió que no hay una política económica de derechas ni de izquierdas, sino buena o mala, y ZP, en forma, fue a por todas
Después del fútbol, volvió la política. Regresó por la puerta grande para debatir sobre la crisis o –según el presidente del Gobierno- sobre “la situación de serias dificultades” por la que atraviesa la economía española.
<!-- Zapatero pudo comprobar in situ que -en cuanto a aliados y teniendo en cuenta que con el Grupo Socialista no llega a la mayoría absoluta- él puede encontrarse en cualquier momento de apuro, como Gary Cooper, “solo ante el peligro”.
El pulsómetro
Horas antes del pleno, el pulsómetro de la SER había provocado además algún que otro susto, tanto en la madrileña calle Ferraz como en el palacio de La Moncloa. La encuesta en cuestión señalaba dos datos inquietantes para el PSOE. 1.-Si se celebraran ahora elecciones, habría empate técnico entre los dos grandes partidos. 2.- Rajoy aventaja a Zapatero en popularidad, dato en verdad sorprendente.
Sin miedo ni remilgos
De modo que Zapatero debió de pensar que tenía que coger -sin miedo y sin remilgos- el toro por los cuernos y que debía aprovechar la oportunidad para, por una parte, enviar un mensaje de tranquilidad a sus votantes y, por la otra, un aviso serio a Rajoy.
Los sectores más vulnerables
Recuperó, pues, el discurso progresista, de izquierdas o socialdemócrata, e hizo hincapié una y otra vez en que la obligación prioritaria de su Gobierno es la de proteger a los sectores más vulnerables o débiles de la sociedad. Subrayó Zapatero que hay una política económica ultraliberal o de derechas y otra socialdemócrata o de izquierdas.
El reaccionario
Rajoy cayó en la trampa. Le salió de pronto el reaccionario que –a pesar de su reciente y súbita conversión al centrismo- lleva todavía dentro. Lo lleva desde hace muchos años, desde que era joven, y desde que, siendo presidente por Alianza Popular de la Diputación de Pontevedra, en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, escribió de su puño y letras un artículo que retrataba con nitidez su forma más profunda de pensar.
“Ideas rancias”
Acusó ayer al jefe del Ejecutivo de tener “ideas rancias” porque –afirmó con rotundidad- no hay una política económica ni de derechas ni de izquierdas. La economía no se mide –vino a decir- por tales raseros, sino por si funciona bien o si funciona mal, que es lo que importa.
Desde edad temprana
Y es que Rajoy siente desde edad temprana un poderoso repudio hacia las ideologías. Lo dejó impreso en el diario El Faro de Vigo, en una de sus escasos escarceos digamos literarios o periodísticos. Elogiaba en ese comentario a Gonzalo Fernández de la Mora, que había sido ministro de Obras Públicas con el general Franco y fue autor de un libro significativo, El crepúsculo de las ideologías, publicado por la editorial Rialp -muy vinculada a los llamados tecnócratas del Opus- en 1965.
Racionalidad y eficacia
Fernández de la Mora detestaba las ideologías y profetizaba un mundo en el que prevaleciera la racionalidad y la eficacia. Admiraba a la política tecnocrática y, en definitiva, era más de derechas que Don Pelayo o el caballo del Cid Campeador. Participó activamente en la fundación de AP, se escindió del partido de Fraga Iribarne debido a que él reprobaba la España de las autonomías –fue, en cierto modo, pues, un adelantado del “España se rompe”- y se convirtió en una especie de icono para Rajoy.
En forma
Zapatero demostró que está en forma y que parece dispuesto a ir a por todas. Se creció y emergió el mejor ZP, el vencedor de tantos y tantos debates. Le detalló a su rival con insistencia que sí había dos maneras de entender la política económica, la conservadora/liberal y la socialdemócrata. Y le puso unos cuantos ejemplos sólidos y bien construidos.
Con notoria dureza
No le consintió, con notoria dureza, que le hubiera tildado de mentiroso en relación a la previsión de datos en lo que concierne a la economía. Le recordó cómo se equivocaron en sus vaticinios los organismos internacionales más prestigiosos e influyentes: desde el FMI al Banco Mundial o la OCDE. Y le repasó los años de Gobierno Aznar, cuando también ocurría lo mismo.
Por sus fueros
Volvió Zapatero por sus fueros y se puso públicamente las pilas. Condujo el debate a una confrontación precisamente ideológica: la de derechas e izquierdas. Transmitió con tenacidad que el acento de su Gobierno es -o procura ser- fundamentalmente social. Le auxilió un batallador y muy suelto José Antonio Alonso, en el papel de portavoz del Grupo Socialista.
Hasta el último minuto
Tras el fútbol y el letargo de los problemas internos del PP, asistimos ayer al retorno de la política. Pronto, sin embargo, se irá de vacaciones, pero se vislumbra -para ´cuando llegue septiembre`- que esta legislatura puede ser muy movida. Y que, desde luego, Zapatero peleará hasta el último minuto de la prórroga antes de dar el match por perdido. Digan lo que digan los sondeos, cuando faltan casi cuatro años. Y es que por mucho que Rajoy vaya de moderado, de cuando en cuando se le verá –como se le vio ayer- el plumero.
Enric Sopena es director de El Plural
--> Zapatero pudo comprobar in situ que -en cuanto a aliados y teniendo en cuenta que con el Grupo Socialista no llega a la mayoría absoluta- él puede encontrarse en cualquier momento de apuro, como Gary Cooper, “solo ante el peligro”.
El pulsómetro
Horas antes del pleno, el pulsómetro de la SER había provocado además algún que otro susto, tanto en la madrileña calle Ferraz como en el palacio de La Moncloa. La encuesta en cuestión señalaba dos datos inquietantes para el PSOE. 1.-Si se celebraran ahora elecciones, habría empate técnico entre los dos grandes partidos. 2.- Rajoy aventaja a Zapatero en popularidad, dato en verdad sorprendente.
Sin miedo ni remilgos
De modo que Zapatero debió de pensar que tenía que coger -sin miedo y sin remilgos- el toro por los cuernos y que debía aprovechar la oportunidad para, por una parte, enviar un mensaje de tranquilidad a sus votantes y, por la otra, un aviso serio a Rajoy.
Los sectores más vulnerables
Recuperó, pues, el discurso progresista, de izquierdas o socialdemócrata, e hizo hincapié una y otra vez en que la obligación prioritaria de su Gobierno es la de proteger a los sectores más vulnerables o débiles de la sociedad. Subrayó Zapatero que hay una política económica ultraliberal o de derechas y otra socialdemócrata o de izquierdas.
El reaccionario
Rajoy cayó en la trampa. Le salió de pronto el reaccionario que –a pesar de su reciente y súbita conversión al centrismo- lleva todavía dentro. Lo lleva desde hace muchos años, desde que era joven, y desde que, siendo presidente por Alianza Popular de la Diputación de Pontevedra, en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, escribió de su puño y letras un artículo que retrataba con nitidez su forma más profunda de pensar.
“Ideas rancias”
Acusó ayer al jefe del Ejecutivo de tener “ideas rancias” porque –afirmó con rotundidad- no hay una política económica ni de derechas ni de izquierdas. La economía no se mide –vino a decir- por tales raseros, sino por si funciona bien o si funciona mal, que es lo que importa.
Desde edad temprana
Y es que Rajoy siente desde edad temprana un poderoso repudio hacia las ideologías. Lo dejó impreso en el diario El Faro de Vigo, en una de sus escasos escarceos digamos literarios o periodísticos. Elogiaba en ese comentario a Gonzalo Fernández de la Mora, que había sido ministro de Obras Públicas con el general Franco y fue autor de un libro significativo, El crepúsculo de las ideologías, publicado por la editorial Rialp -muy vinculada a los llamados tecnócratas del Opus- en 1965.
Racionalidad y eficacia
Fernández de la Mora detestaba las ideologías y profetizaba un mundo en el que prevaleciera la racionalidad y la eficacia. Admiraba a la política tecnocrática y, en definitiva, era más de derechas que Don Pelayo o el caballo del Cid Campeador. Participó activamente en la fundación de AP, se escindió del partido de Fraga Iribarne debido a que él reprobaba la España de las autonomías –fue, en cierto modo, pues, un adelantado del “España se rompe”- y se convirtió en una especie de icono para Rajoy.
En forma
Zapatero demostró que está en forma y que parece dispuesto a ir a por todas. Se creció y emergió el mejor ZP, el vencedor de tantos y tantos debates. Le detalló a su rival con insistencia que sí había dos maneras de entender la política económica, la conservadora/liberal y la socialdemócrata. Y le puso unos cuantos ejemplos sólidos y bien construidos.
Con notoria dureza
No le consintió, con notoria dureza, que le hubiera tildado de mentiroso en relación a la previsión de datos en lo que concierne a la economía. Le recordó cómo se equivocaron en sus vaticinios los organismos internacionales más prestigiosos e influyentes: desde el FMI al Banco Mundial o la OCDE. Y le repasó los años de Gobierno Aznar, cuando también ocurría lo mismo.
Por sus fueros
Volvió Zapatero por sus fueros y se puso públicamente las pilas. Condujo el debate a una confrontación precisamente ideológica: la de derechas e izquierdas. Transmitió con tenacidad que el acento de su Gobierno es -o procura ser- fundamentalmente social. Le auxilió un batallador y muy suelto José Antonio Alonso, en el papel de portavoz del Grupo Socialista.
Hasta el último minuto
Tras el fútbol y el letargo de los problemas internos del PP, asistimos ayer al retorno de la política. Pronto, sin embargo, se irá de vacaciones, pero se vislumbra -para ´cuando llegue septiembre`- que esta legislatura puede ser muy movida. Y que, desde luego, Zapatero peleará hasta el último minuto de la prórroga antes de dar el match por perdido. Digan lo que digan los sondeos, cuando faltan casi cuatro años. Y es que por mucho que Rajoy vaya de moderado, de cuando en cuando se le verá –como se le vio ayer- el plumero.
Enric Sopena es director de El Plural