08-02-10, 12:01
Las cuentas
Benito Rabal
Saco esto a colación a cuento de la economía y las cuentas del Estado, porque si uno analiza los gastos e ingresos, no desde el prisma que marca el lenguaje macroeconómico, sino a través del tradicional método de la cuenta de la vieja, las cosas cambian mucho. No digamos ya las soluciones al problema de la crisis que vivimos, unos más y otros, los menos, menos. No digo todas, pero si una gran parte.
Que el estado ha tenido que gastar más dinero que el que ingresa, es evidente. Ahora lo que no está tan claro es que tenga que recaudarlo de la manera que lo hace, cuando, desde la sencillez de contar con los dedos, las cuentas saldrían de otra manera. Vamos por ejemplo el gasto militar. Se supone que el ejército sirve para defender el territorio nacional de agresiones extranjeras. No es que yo me lo crea, que por supuesto, no, pero esa es su función. Bien, ¿entonces qué hacen las tropas en Bosnia, Líbano y Afganistán? ¿Es qué van a invadirnos? ¿O no será que estamos protegiendo los intereses de ciertas corporaciones como los que tienen las farmacéuticas en la producción de opio afgano, cuyo tráfico ilegal pasa por los Balcanes? Despojando a OTAN y a nuestro ejército de apelativos tan rimbombantes como el de cuerpos de paz en misiones humanitarias -¡gran contrasentido el que la paz se construya a base de armas!- no queda más que su labor de defensa y custodia de los beneficios de unos pocos, asó que lo justo sería que lo paguen esos pocos y no la totalidad de la población. Sin hacer muchos números le calculo yo, a ojo de buen cubero, que eliminando el gasto militar, se podría suprimir el aumento del coste de la luz, hacer que la educación fuera realmente gratuita o congelar –incluso bajar- el precio del transporte público.
Otros cuantos milloncejos, más aún que suprimiendo el inservible gasto militar, se sacarían si se denunciara el Concordato con el Vaticano, ese Estado aliado de las democracias en el que a su jefe no se elige, está prohibido el derecho a la huelga y el celibato es obligatorio. Sumando los impuestos que debería pagar la Iglesia por bienes materiales, tierras, transacciones comerciales o donaciones, de los cuales está exenta; descontando la cantidad que percibe del Estado en la declaración de la renta de todos los españoles, católico o no; eliminando el carácter, casi de monopolio que tiene en cuestiones de sanidad, cooperación y educación, a parte el pago de sueldos a monjas, sacerdotes y adiestradores infantiles en materia religiosa, la verdad es que el dinero necesario para la creación de empleo, estaba casi, casi resuelto.
Y si faltaran algunos eurillos para cubrir el déficit público, ahí está lo que nos cuéstala monarquía. Dejando al margen cuestiones tan ajenas al estado de derecho tales como que, al igual que en el Vaticano, al Jefe del Estado no se le elige, el dinero que, generosa y grácilmente, le regalamos a su majestad, familia y amigos, me supera.
Nueve millones de sueldo, gastos, viajes y mantenimientos de seguridad, infraestructura y otros varios al margen, suman al año una cifra que, siendo cauto, no debe de bajar de la centena, de millones, faltaría más. Todo, eso sí, en dinero negro.
En fin, que el cielo es inmensamente azul, la nieve es blanca, pero las cuentas del dinero de todos, que a otros con estudios y análisis económicos no les salen, a mí, con los dedos me cuadran y además, sobra.
Nota.- Artículo aparecido en Mundo Obrero. Órgano de expresión del Partido Comunista de España (PCE).