Carta abierta al teniente general muñoz-grandes

ARTÍCULOS DE OPINIÓN

* 38x38 Gerardo RivasOK
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  GERARDO RIVAS
  02/03/2010

Grosso Modo

Carta abierta al Teniente General Muñoz-Grandes

Excelentísimo señor, desde el más profundo respeto a su persona quisiera hacerle algunas consideraciones en relación con su artículo publicado en la “Tercera” de ABC el día 1 de marzo, que lleva por título Inquietudes y que se refiere a la aplicación de una ley aprobada por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007; la que se conoce por Ley de Memoria Histórica.

Al inicio del escrito manifiesta que “gran parte de la familia militar, junto con otros muchos españoles, se siente inquieta al sucederse hechos que, apoyados en disposiciones legales que parecen ignorar valores, sentimientos y arraigadas tradiciones, permiten interpretaciones sesgadas de la historia que reavivan pasiones ya enterradas”.

Pues que sepa, Vuecencia, que a la otra gran parte de los españoles su inquietud le produce escalofríos. Quizás sea por la interpretación sesgada que tenemos de la historia, así que, grosso modo, le voy a contar la que yo he vivido.

En los primeros años de la década de los cincuenta, que para situarle cronológicamente era la época en la que su padre, el Capitán General Agustín Muñoz-Grandes, era ministro del Ejército -pues lo fue desde 1951 a 1957- me enteré por mis padres que mi abuelo materno había sido una víctima de la guerra civil. Me contaron que fue asesinado en Paracuellos y que por ello mi abuela, su viuda, era tan estimada por la gente y gozaba de la explotación de una Administración de Loterías.

En esas mismas fechas conocí a un chico de mi edad cuyo abuelo también había sido víctima del enfrentamiento cainita entre españoles, pero con una sustancial diferencia pertenecía al otro bando y no había sido asesinado sino ajusticiado por traidor a la patria en cumplimiento de una sentencia dictada por un tribunal sumarísimo en el primer año de la posguerra; cuando el padre de Vuecencia era ministro secretario General del Movimiento.

Yo odiaba a este niño como si el asesino de mi abuelo se hubiera reencarnado en su persona. Este sentimiento duró desde que tuve uso de razón hasta que empecé a tener conocimiento de lo que realmente había pasado y seguía pasando en aquella oscura España de los años sesenta. Década en la que su padre era Vicepresidente del Gobierno de Franco, ya que desempeñó este cargo desde 1962 a 1967. En aquel tiempo me enteré de que el abuelo de aquel chico había sido ajusticiado por la fidelidad a sus ideas y por su valentía en defenderlas.

Esta es la experiencia personal que yo he vivido. Si Vuecencia piensa que la reparación moral de las víctimas del franquismo y de sus descendientes reabre heridas ya cicatrizadas, allá con su conciencia o, por mejor decir, con su mala conciencia, porque Vuecencia nunca ha sufrido una herida como la que tuvo que soportar durante tantos años mi pequeño enemigo de la infancia y que aún, para su desgracia, permanece abierta.

Le saluda cordialmente el nieto de aquel abuelo que tuvo todo el reconocimiento del nuevo orden impuesto por las fuerzas sublevadas tras la victoria del “alzamiento nacional” y del que fue destacado protagonista el padre de Vuecencia.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias EconómicasEL PLURAL2–3-10