POLÍTICA
De nuevo al líder del PP se le ve el plumero
Las “firmes convicciones” de Rajoy consisten en calificar de “coñazo” lo que hace un año era “feliz día de la nación”
Supimos hace unos cuantos años, en 1996, cuando cortejar a Jordi Pujol era condición sine qua non para que el PP gobernara España, que José María Aznar llegó a decir que él incluso hablaba catalán en la intimidad. Tamaña revelación se produjo después de que uno de los gritos de guerra de los populares viniera siendo aquel tan cheli, casposo o grosero de “¡Pujol, enano, habla castellano!”
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“Nosotros somos España”
“Mi deseo –afirmaba pomposamente el candidato de la derecha a las elecciones generales tan cercanas- es que este año, por razones que todo el mundo conoce, los españoles celebremos de manera especial esta fiesta”. Circulaba entonces un slogan del PP apropiándose de España. Que nadie se asombre: la apropiación indebida de símbolos y de lo que más convenga en cada coyuntura es uno de sus deportes favoritos. “Nosotros somos España”, repetían los conservadores y se quedaban tan anchos, como si los progresistas o la gente de izquierdas fuéramos marcianos o habitantes del planeta Saturno, por ejemplo.
Cabeza bien alta
Rajoy animaba al pueblo a exhibir “la bandera que aprobamos en 1978; la que exhiben nuestros deportistas con orgullo; la que cubre el féretro de nuestros soldados”. Y en tono más grandilocuente aún, Rajoy añadía: “Para que todo el mundo sepa lo que los españoles sentimos por España. Y que sabemos proclamarlo sin aspavientos pero con orgullo y la cabeza bien alta”.
Intenso calentón
Preso de un intenso calentón patriótico, el líder del PP concluía su alocución así: “Y yo me adelanto ya y digo a los españoles: ¡Feliz día de la nación española”. O sea, palabrería de charlatán de feria, mezclada con tópicos sensibleros y un afán descarado por sacar tajada en las urnas del 12 de octubre. Su discurso, sin embargo, cayó en saco roto.
Bronca en el desfile
En Madrid, y menos todavía en el resto del Estado, banderas hubo las mínimas, el entusiasmo de la multitud fue perfectamente descriptible por inexistente y, eso sí, algunos fanáticos al servicio de Génova 13 le montaron una bronca, con aspavientos, al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, justo en el momento más emotivo del desfile, cuando se rendía homenaje a los soldados muertos en misiones de paz y humanitarias.
En fin, un plan apasionante…
Ayer conocimos, sábado 11 de octubre -gracias a un micrófono abierto sin que Rajoy hubiera caído en la cuenta-, que toda la prosopopeya del pasado año, protagonizada por tan excelso patriota fue una inmensa tomadura de pelo. Resulta que ir al desfile es para el jefe de la derecha un “coñazo”. “Mañana tengo el coñazo del desfile…, en fin, un plan apasionante”, le comentó jocoso Rajoy a su subordinado Javier Arenas. Ni ardores guerreros, ni banderas para victoriosos deportistas, ni féretros de militares muertos cubiertos por la enseña bicolor, ni firmes convicciones patrios que fomenten el orgullo español, ni cabezas altas, ni feliz día de la nación, ni la biblia en pasta.
Políticamente, un desastre
Rajoy políticamente es un desastre. Lo ha vuelto a demostrar con el episodio descrito. Carece de sentimientos cuando la política es también pasión. Se le nota a primera vista que interpreta un papel que ni él mismo se lo cree. Es un veleta, que cambia en función de por donde sopla el viento. Su nota de rectificación es patética. A la desesperada vuelve a “animar” a los ciudadanos a “celebrar con entusiasmo” la fiesta nacional. ¿A quién trasmite confianza un burócrata como éste? Se lanzó a salvar Navarra –es conveniente recordar su imagen en la manifestación de Pamplona- y lo único que ha conseguido es que se le rompa su partido allí donde insistía el PP que podía romperse España.
No nos tomen por tontos
Al patriota de hojalata el desfile le parece un “coñazo”. ¿“Firmes convicciones” adornan a los dirigentes del PP? Venga, no nos tomen a los demás por tontos. Aznar presumió de catalán porque intentaba llegar a la Moncloa como fuere. Y si le hubieran pedido en CiU que cantara Els Segadors lo habría hecho. Rajoy pensó que monopolizando el patriotismo –y nada mejor para ello, según debió de imaginar, que aprovecharse del 12 de octubre- aún podría ganar en las elecciones. Pero perdió y un año más tarde califica de “coñazo” lo que defendió antes. ¿Cinismo? ¿Insoportable levedad del ser? Sea lo que fuere, a Rajoy, otra vez, se la ha visto el plumero.
Enric Sopena es director de El Plural