Los Victorero de Lastres hicieron fortuna con la Victoria, su imbatible liadora de cigarrillos

Emigrados a México y retornados tras la revolución, hicieron del ingenio de Antonio “El Chispa” un gran invento de hace un siglo

Alicia Vallina Vallina | Conservadora de museos del Estado
11·12·22 | 04:00

El tabaco, traído por los conquistadores españoles de América y difundido con enorme rapidez por Europa, se empleó, en un principio, con fines medicinales y hasta la Revolución Industrial no fue un problema importante de salud y un modelo de comportamiento nocivo.

En la década de los años 20 del pasado siglo los hermanos Victorero, de #Llastres , hijos de Ramón Victorero y de Teresa Lucio, muy conocida en la localidad por el apodo de “Teresina” idearon una liadora de tabaco que abarataba y facilitaba el precio del cigarrillo hecho en casa. Se trata de un artilugio de metal, cuero y madera, una máquina atornillada a una peana de madera cuadrangular moldurada. La estructura posee un depósito en la parte delantera con una cinta de cuero engomado que envuelve los cigarrillos. Dispone de una tolva para picar el tabaco, un depósito de agua y un portapapeles. Forma parte de la colección estable del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología y procede de la donación realizada, en 1995, por el arqueólogo y subdirector del Museo Arqueológico Nacional y del Museo de América Juan Zozaya Stabel-Hansen.

En su huida de México, varios hermanos Victorero viajaron escondidos en barriles transportados en un buque mercante. Como agradecimiento por haber sobrevivido al viaje de regreso a España financiaron la construcción de una cruz de madera de roble, de 7 metros de altura, en el pico Pienzu, la cumbre más alta de la sierra del Sueve, con 50 reales de la época. Un rayo la destruyó en febrero de 1925 y levantaron una segunda cruz, de nuevo en madera, pero ensamblada. Costó 1.800 pesetas. Fue destruida de nuevo tras la Guerra Civil, y levantaron una nueva cruz, esta vez en metal, de 16 metros de altura, que preside el Sueve. En la foto, de 1904, Francisco Victorero Lucio, a la derecha sentado, con su mujer, Concepción, que sostiene en brazos a su primer hijo, y sus tres hermanos: Agustín, Ángel y Antonio. | Memoria Digital. Gobierno del Principado de Asturias

En su huida de México, varios hermanos Victorero viajaron escondidos en barriles transportados en un buque mercante. Como agradecimiento por haber sobrevivido al viaje de regreso a España financiaron la construcción de una cruz de madera de roble, de 7 metros de altura, en el pico Pienzu, la cumbre más alta de la sierra del Sueve, con 50 reales de la época. Un rayo la destruyó en febrero de 1925 y levantaron una segunda cruz, de nuevo en madera, pero ensamblada. Costó 1.800 pesetas. Fue destruida de nuevo tras la Guerra Civil, y levantaron una nueva cruz, esta vez en metal, de 16 metros de altura, que preside el Sueve. En la foto, de 1904, Francisco Victorero Lucio, a la derecha sentado, con su mujer, Concepción, que sostiene en brazos a su primer hijo, y sus tres hermanos: Agustín, Ángel y Antonio. | Memoria Digital. Gobierno del Principado de Asturias

Los Victorero emigraron a la región mexicana de Coahuila en torno a 1890 y se asentaron en el núcleo de Torreón, zona que despegaría económicamente con gran fuerza a comienzos del siglo XX gracias a la llegada del ferrocarril y a los asentamientos de empresarios nacionales y extranjeros que aprovecharon de modo exitoso esas nuevas comunicaciones.

Francisco, Agustín, Ángel y Antonio levantaron el comercio de papelería y tabacos “El Modelo” en el número 57 de la esquina entre las avenidas Zaragoza e Hidalgo y pronto se labró un prestigio entre los establecimientos de la zona. Tras el estallido de la revolución de 1910, liderada por Pancho Villa contra el gobierno de Victoriano Huerta, los Victorero abandonaron el país vía Texas y vendieron la papelería a su amigo y administrador, el también asturiano Isaac Villanueva Fernández. De regreso a Lastres se dedicaron al cultivo del algodón que llegó a alcanzar una altísima demanda debido a las necesidades provocadas por la Primera Guerra Mundial en la realización de uniformes y prendas de vestir para los soldados del frente.

El afán emprendedor de la familia no se detuvo. En 1910 fundaron una nueva empresa: Agustín Victorero y Hermanos para comercializar la primera máquina para liar cigarrillos, realizada en metal esmaltado y baquelita, con un diseño innovador y revolucionario. Surgió de la mente de Antonio, apodado “El Chispa” por ingenio y carácter inquietos. Para homenajear a la familia bautizó la máquina con el nombre de Victoria (del apellido Victorero) que lucía en letras doradas sobre una chapa con el sol naciente.

La máquina liaba el cigarrillo de modo automático, lo engomaba e incluso le añadía el filtro. A diferencia de los cigarros habanos que se realizaban con hojas enteras, el tabaco empleado se picaba y se introducía en la tolva. A través de un sistema de distribución se depositaba en el cigarrillo la cantidad exacta de tabaco requerida y, a continuación, se envolvía en el papel tomado del depósito. Después, tirando de la manilla corredera, se desprendía el cigarrillo listo para ser consumido.

Su precio era de unas 125 pesetas en los años de su producción y utilizaba distintos eslóganes, tales como “todos los fumadores de buen gusto hacen sus cigarrillos con la máquina Victoria”, “higiénica, bonita y práctica” o “el fumador se deleita con los cigarrillos de la dueña del hogar cuando están hechos con la máquina Victoria”.

La máquina fue patentada por vez primera en España con el número 59.655 en 1915 (a la que seguirían otras nuevas patentes en los años 1916, 1921, 1933, 1934 y 1936) y tuvo enorme difusión en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia con nuevas patentes en estos países. Logró los Grandes Premios en las exposiciones internacionales de Roma, Génova y Barcelona y no tuvo competencia en el mercado hasta la aparición, en 1941, de la máquina Conchita en Oviedo.

Fue un invento único y singular fruto del esfuerzo de una de las más ilustres familias lastrenses, los Victorero, siempre avezada en el campo de los negocios e importante benefactora de Lastres, donde financió obras eléctricas en el municipio, creó una biblioteca y un ambulatorio, reconstruyó la iglesia destruida en la Guerra Civil y pagó la formación y estudios de jóvenes seminaristas.

Facilitaron información de los Victorero Emilio José Bande, Rosa María Martin e Ignacio de la Lastra, del Museo Nacional de Ciencia y tecnología y el documental sobre la familia Victorero realizado por Gonzalo Tapia y titulado “Los Victorero, memoria de una familia”.

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