Miradores del Cantábrico

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La iglesia de Gobiendes, Lastres y La Espasa son algunos de los atractivos de la ruta

RAMÓN AVELLO LUIS SEVILLA
Miradores del Cantábrico. El Comercio

Caravia es el tercer concejo más pequeño de Asturias, pero si se siguiesen todas las flechas amarillas que indican, algunas de una manera contradictoria, el Itinerario Jacobeo, salir de la propia Caravia sería una cuestión de días. Parece como si indicadores de la ruta quisieran llevar al viajero por todas las bellezas que recogió el folclorista Aurelio de Llano en ‘El libro de Caravia’. Por los caminos del concejo nos hemos encontrado con una disciplinada peregrina holandesa que, siguiendo la ruta marcada, se adentró en Prado, capital de Caravia Alta; se encaminó hacia el Picu l’ Castru, bajó a Carrales, no subió al balcón de ‘El Fitu’ de milagro y retornó hacia la costa. Por hacer caso a todas las indicaciones amarillas, se había medio extraviado en el serpenteante concejo, y, a pesar de ello, estaba encantada de perderse… en Caravia.

Entre todas las rutas que las flechas amarillas indican, la más paisajística y tal vez la más histórica para atravesar Caravia es la que coincide con el viejo Camino Real por la costa. El Camino entra en el concejo, viniendo de Berbes, por La Campona o el Alto del Figar, para descender al arenal de Morís. Pegado al mar, llega a la playa de la Beciella, en donde desemboca el riachuelo conocido como ‘arroyo de los Romeros’, que separa Caravia Alta de Caravia Baja. Según Aurelio de Llano, a unos doscientos cincuenta metros de esta desembocadura se encontraban el monasterio benedictino de Santiago Apóstol, fundado por el conde Munio Rodríguez, apodado ‘El Can’ en la primera mitad del siglo XI, y, tal vez, una hospedería de los templarios. Algunas piedras del monasterio se trasladaron a la cercana iglesia de Santiago de Caravia que conserva una lápida situada encima de la portada en la que está esculpida una cruz inscrita en un círculo.

La senda costera continúa paralela al acantilado hasta la playa de La Espasa. Con marea baja, la playa es un inmenso arenal en el que, en los últimos años, la Asociación Deportiva Sierpe celebra un llamativo festival de cometas. Al sur de la playa se pueden ver los restos de un viejo puente sobre el río Espasa, escenario de los enfrentamientos de la Guerra de la Independencia entre las tropas de Escandón -«El coronel Escandón gasta canana de plata/ que la ganó a los franceses en el puente de la Espasa»- y el ejército napoleónico.

El río Espasa delimita los concejos de Caravia y Colunga. Al oeste del río se yergue la venta de Espasa, en la que nunca faltaban tocino, pan y vino al transeúnte. «A comer a la venta de La Espasa, sobre una playa ancha, llana y desierta. Rústica y abundante buena comida», escribe Jovellanos en su Diario el 27 de septiembre de 1790. El Camino avanza por los macizos calcáreos de la sierra del Sueve, la tierra de los asturcones, cuya silueta se puede adivinar muy estilizada en una fíbula encontrada en la vecina Caravia.

A poco más de un kilómetro al sur del Camino, se encuentra, situada en una loma de la vertiente septentrional del Sueve, la iglesia prerrománica de Santiago de Gobiendes. Advocación al Santo que, por aquellos años, según la leyenda de ‘El Miraglo de Albelda’ reflejado en música por el compositor gijonés Enrique Truan, condujo a los cristianos a la victoria contra los musulmanes por tierras riojanas. La estructura basilical y los capiteles con collarino sogueado y doble fila de hojas de acanto relacionan a Gobiendes con San Salvador de Priesca y San Julián de los Prados, erigida en el reinado de Alfonso II. Como otras iglesias del prerrománico, Santiago de Gobiendes tuvo varias reformas. En una de ellas, en el XIX, sin ningún criterio estético, añadieron el cuerpo que rodea al edificio y la espadaña. La reciente restauración, en 1983 y 1984, dirigida por el arquitecto Magín Berenguer Díez, devolvió el espacio interior original en la nave mayor, rebajando el pavimento y recreando el espacio interior original. Cerca de la iglesia, se encuentra el Palacio de Gobiendes, cedido por Felipe II a Alonso Ruiz de Junco, «señor de horca, picota, cuchillo, cárcel, cepo y acote». Palacio renacentista que integra una capilla y una torre de la baja Edad Media.

Al norte de Gobiendes, junto al mar, esta La Isla, con albergue de peregrinos en las antiguas escuelas. El camino pasa por Bueño, cuyo arroyo se cruza por un puente de arco ojival, y Covián para llegar a Colunga. Fundada por Alfonso X en el siglo XIII, Colunga es una villa ‘caminera’, articulada en torno a la antigua Calle Real, hoy Grande Covián. Precisamente, al principio de la calle está la Casa de Alonso Covián, antepasado del bioquímico y ameno nutricionista Francisco Grande Covián, construida en el siglo XVI y en donde, según la tradición, se alojó Carlos V. Un poco más arriba se encontraba el hospital de Santa Ana, en la plaza homónima.

De Colunga, el Camino se dirige a Villaviciosa. Cruza el puente sobre el río Libardón, pasa por San Pedro de Pernús, en donde existió en el siglo XI una pequeña comunidad mora y llega a Llera, pueblo que conserva las ruinas de un hospital, y cuya iglesia de San Antolín daba asilo sagrado. No sólo acogía a los peregrinos, sino también a los perseguidos por la justicia.